colococándonos corona con sus rayos,
para que luzca sin saber de algún desmayo,
imaginándonos ser entes de pureza.
Y quién pudiese conseguir tal maravilla
para sentirse evanescente y trascendido;
espíritu irreal, crisol en su fundido
siendo del milagro de amor que no mancilla.
¡Qué cosas del estro, la vida nos sugiere
descubriéndonos encantados en Parnaso;
disfrutamos imaginando en su venero!
Así sentimos que la Vida que nos quiere
es como hechizo que nos lleva en su Pegaso;
cabalgando por el poema placentero.
Elisa

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