Si mis manos florecen en las tuyas
dejando un semillero de poemas,
sabrás que finalizan estos temas
que fueron mi promesa en aleluyas.
Cuando se cubran mis sienes de escarchas
y eclosionen azules mariposas,
se posará en otras blancas rosas
las romanzas y música de jarchas.
Me sabes de la luna por las dunas,
me sabes del murmullo en la quebrada,
del rayo trovador por la vaguada
en sueño mecedor cuando me acunas.
Pero cuéntame, amor, que más quisieras
si en por este jardín de mi destino;
sólo soy el anciano en desatino
que olvidara el regalo que le dieras...
La confianza de ser el escogido
del amor prodigado con esmero,
el zahorí buscador de su lucero
aspirante imperfecto e inmerecido.
¡Y cómo competir con una maja
ráfaga de huracán muy malicioso;
una cumbre elevada en el acoso
por hallar una aguja en tanta paja!
Elisa en: "Don Anselmo"
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