Pordiosera de buenos sentimientos y sin ninguna ambición voy por este mundo compartido. Sin vosotros no soy YO. De los bolsillos de mi corazón caen a veces algunas ideas que valen la pena y ni yo las tomo en cuenta; porque tampoco me preocupan ni me doy ínfulas por lo que hago; así que no intento remendarlos y me gusta que sigan igual de rotos. Allí es donde guardo mis momentos mientras paso por el mundo, aunque sean migajas de Amor para algunas aves que me acompañan y nos conocemos de otros jardines verdaderos, donde el depredador del hombre a veces aparece y nos hace mucho daño... Dejaré que marquen el camino de mi vuelta porque soy creyente y sé que aún me faltan más lecciones por aprender. Porque desde las limitaciones y carencias se consigue tener elementos de juicio y recursos para la nobleza, si en toda una vida nos hemos preocupado por ser sensatos o buenas personas, sin aprovecharnos de las circunstancias y sí luchando por combatirlas y vencerlas en la medida de nuestras necesidades, gracias al buen ejemplo de nuestros semejantes, a su paciencia y a nuestra observación y preocupación por no servirse de la masa del montón o del amigo en su escalón más alto; y sí a lo que en justicia se gana por el propio esfuerzo.
El dolor moral o el físico me ha enseñado a sentir dónde en realidad debo colocar de nuevo los pies y cómo han de ser mis pasos, pero sobre todo a ser sincera o a permanecer en silencio si se hace necesario.
Confío en las aves que saben picotear en esas migas y ven algo justo, verdadero y original sobre todo por insignificantes que sean. Ellas me animan con sus cantos y por eso doy gracias, pero sobre todo por ser sinceras; mejor ahora que puedo aún ser consciente de lo que razono y expreso con honesta claridad. Dios sabe de nuestro mañana como también de los pasos que aún se deben dar para terminar la jornada de la existencia individual... Aún arde el fuego eterno y, en su Cosmos, la chamiza de lo que somos; se entiende así y no como robusto leño que alimenta la candela si hay que aprender más. Pues se sabe del crecimiento interior y no del envanecimiento que nos viste superficialmente las apariencias. Y se entiende la metáfora de servir a nuestro mundo y a su hoguera que la sostiene para su fuego eterno de LA VIDA, donde nos arrimamos a buscar un poco de calor... Porque bulle mientras crepita, ríe y goza pero también se queja ardiendo entre infiernos y cielos según se nos da la realidad mientras nos consumimos o nos resolvemos y disolveremos espiritualmente en pavesas, sin dejar de ser nunca lo que somos o lo que fuimos, mientras abandonamos cascarones de vidas buscando la verdadera luz a la que TODOS somos llamados. Sirviendo. (alattkeva-2013)
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