Al buen Padre le pides de rodillas
la posada del hombre porque se ama.
Y se vuelve a vivir en otra rama
en la siembra de amor de sus gavillas.
Al buen Padre en su trono le confiesas
que por ser otro más nunca eres menos,
por tenerlo a Él y por lo menos
tienes algo mejor y lo sopesas.
El buen hijo que sabe de su muerte
nunca debe temer por estos lares
y corresponde a su amor, agradecido.
El camino es difícil, se le advierte;
es dolor, purifica con pesares.
Los propuso al venir bien convencido.
Mas es presa de olvido,
porque el alma que lleva sus anales
los asume con riesgos y hasta avales.
Australia Elisa lattke Valencia
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