Me debes un aliento
de nazarena espina
dolor de mi silencio,
de este volverse mustio
en soplos de energía
o por cubrirme dentro
de la estación más fría.
Me debes un concierto
de aquellos cantos viejos,
murmullos al oído
al barro de tristeza,
como un sinfín de besos
mirando aquélla luna
con rostro de azucena.
Me debes tanto amor
de ruiseñor sin nido,
palabras mariposa
que nunca son de olvido;
aquél sollozo trémulo
temiendo por dos almas
de un tacto no vivido.
Me debes tanto, tanto
en seda transparente,
sabores de cerezas
y aromas del presente;
respiración pausada
en aletear de espumas
por mares indulgentes.
Me debes tanto Amor
que siento no engañarte,
quisiera ser de piedra
en lluvia intermitente
y llanto allí en tu ojera...
¡Porque me debes todo,
la muerte cuando mueras!
A. Elisa Lattke V.
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