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martes, 25 de agosto de 2009

Golpe en vuelo...


¿Por qué cuando aún palpita nuestra materia en sensaciones,
hay un roce de alas que se hace evidente en el alma y se nos rompen?
(Ranita, se pregunta)


¡Pero por qué cuando el alma las siente, la materia, ajena a su sonido cree haber visto o escuchado, un golpe seco de estornino en vuelo contra el cristal del ventanal que observa, el que le separa del jardín de la vida real y de lo que en el fondo desea ver en ella!

Dimensión ejemplar de lo que es y no es natural al ser que siente, en su realidad más espiritual la materia donde se refleja en transparencia, entre lo que es y mira en vuelo y no advierte su radar biológico delante, estrellándose la avecilla ingenua o equivocada... ¡Y se veía a sí misma! ¿No es lo que es, a la vista del ofuscado cuerpo que mira sin mirar lo que está próximo a pasarle?. Quiere desviar el vuelo, soslayar la realidad, el encantamiento que le atrae... de una dimensión diferente... ¡Y se estrella!

¿Y por qué manda a su cuerpo físico a observar lo que ha ocurrido, y no a su alma, que es la que debe sensiblemente sentir lo que pasa en su interior cuando su reflejo se duele de lo mismo que le golpea?

Y sufre por lo que se deja una vida inocente contra el cristal de lo imposible, rompiéndose el cuello, y cómo la avecilla ha podido confundir el impoluto cristal, como parte y reflejo de su no mundo de vuelos... Y, su cuerpo inerme, sin percepción o lógica natural, mira incrédulo lo que pasa sin comprender nada, sin reaccionar ante el dolor de su alma... Es como si se desentendiera siempre de lo que yace en el jardín, porque lo esperaba; y está allí con la cabeza reventada mientras va saliendo de su pico la cálida sangre, con los ojos marchitándose, abiertos ante el espantoso impacto. El alma se queda mirando a través del cristal lo que hace su cuerpo, se estremece sintiéndose aún más sola, desconsolada ante lo que está pasando. Es ella, ella misma, su alma reflejo, ¡es! Pero su cuerpo no pudo escucharle por las engañosas redes e impedimentos del mundo, las vallas a los sentimientos a pesar de ser transparentes, puros. ¡Oh, desconsuelo cuando mueren las aves inocentes en una racha de ilusión en vuelo!

No siempre son sus pensamientos los que se trajo de las estrellas, son también sus versos, los que luce en el reflejo de la luz sobre el cristal que ella pretende recibir y dar, porque cuando se estrellan las aves de sus sueños, siendo lo que es, también ella misma contra la transparencia de lo noble que da el sentimiento, rompiéndose siempre de la misma forma, ese algo dentro que resquebraja el ser simbólicamente donde se aloja; algo pierde poco a poco en lo dado de lo inútil de sus vuelos, por eso no es dueña de sus pensamientos sino, de su alma divida e incompleta que a su vez se duele por lo mismo, por lo que no pudo frenar, dar, ser , conseguir, para llenarse del mismo sentimiento que recibía, porque sus alas no pudieron sentir ese vuelo de igual forma. Aún sigue encarcelada de la materia, del mundo y de su vida. No tiene derecho a su reflejo.


¡Y seguirá golpeándose una y mil veces sobre el duro cristal hasta que sepa, que no vale ni valdrá la pena la sangre derramada en la palabra escrita, su dolor de sentir cómo acaba la vida en cada golpe, como se rompe el cuello que quiso retener un canto cada día para darlo por amor, cuando el aire era todo suyo y el viento iba a favor de sus alas... ¡Eolo, otra vez el interviene en sus desinios! Para entonces, su cuerpo habrá tomado posesión de no ser lo que era, cuando el tiempo lo tome en sus brazos, como un ave más con el cuello roto y los ojos asustados de los muertos, ante lo que no pudo evitar en el último momento, en su vuelo nefasto de inocentes pensamientos, pero que también le dieron la belleza de tantos cantos, hasta darse contra la dureza de una ventana cerrada, que no estaba abierta cuando volaba...


Hoy, el ave de un solitario pensamiento a cruzado en vuelo la noche para sentir el aire de nuevo, pero no supe que la luna también se refleja en los cristales de las ventanas y me he estrellado contra el silencio, rompiéndome el alma. Mi cuerpo mira callado y espera sentir las alas de otros vuelos en la quietud de una fría madrugada de enero. Un gato maúlla sus hambres por el frío tejado. La luna juega a la ronda con un círculo de nubes, perdiéndose entre ellas.




Elisa Lattke

3-Dic/08

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