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sábado, 1 de agosto de 2009

SON DOS...


"El árbol húmedo invadido por el fuego: primero humo, luego crepita; después llama; finalmente brasa". (San Juan de la Cruz)



Dos, son dos... y caminan ante la luz crepuscular de sus días, con la esperanza echada por los hombros, con la inquietud puesta en sus manos... sin tocarse... Como dos coincidencias del tiempo de furtivas miradas y labios sonrientes, con la complicidad de saberse llenas del mismo amor que las une. Pletóricas de volverse a ver..., reconocerse como dos gotas de rocío deslizándose, sobre la suave superficie de las hojas, hasta fundirse las dos en una... sola.

Siempre son dos, que soñaron y sueñan, derritiéndose en su hielo de incomprensiones y desencantos, para fundirse en una. Incisiones dolorosas que sólo un amor inmenso puede llenarlas, transformando sus vidas en ese arduo camino de pedregales punzantes, donde la rusticidad del terreno hace más lento su tiempo, más pesados sus cuerpos cuando el avanzar decae sus fuerzas y sólo la fe les aguarda..., colocándose 'su abrigo de reserva', sus sentimientos.

...

Son ellas, se percibieron milagrosamente (...) y, su filosofía de la vida es casi idéntica, ni se sorprenden al escucharse, al sentirse o leerse y menos, al verse. Ellas gustaban de dialogar bajo la estrecha franja que les regalaba un tiempo egoísta empeñado en sus asuntos, los de cada cual en ese mundo ocupado donde la responsabilidad es el giro de la tuerca... Allí mordían la manzana epicúrea y fiaban unos minutos de placer a sus vidas, al aire de su confianza en eterna armonía.
Sin maldiciones a la muerte porque era quien las trasportaba a través de ese... “no tiempo”, para un reencuentro diferente. Se cumplía el juramento de amor en cada vuelta y se burlaban de las Parcas...

Si una sola ráfaga de viento pudiese saber lo que llevan de milagroso en su morada interior, trepidaría el aire antes de alcanzar su fuerza en movimiento. Si una perla encerrada en su concha, supiese de la clepsidra del Universo, la que nos mide en su líquido elemento los millones de posibilidades que tenemos de volver a encontrarnos, haría un pacto de silencio con su brizna de arena encerrándose abrazada a ella, para obsequiarnos el producto de pausada elaboración artesana y paciente naturaleza, en cada vuelta. Sería tan grande y reluciente como esa sonrisa que se enseña... Y comprendería la envidiable necesidad que nos lleva y nos pierde a los que podemos caminar por la vida, en la esperanza de ser, siendo, la hogaza de un pan necesario que acompaña al agua, para calmar el antojo perenne de la sed que da el Amor que nos envió, junto a la mano que nos depositó en el cálido retorno de otros cuerpos, donde toman las almas su nueva vestidura, sin olvidarse nunca de la mano que la envía.
...
-Retomo aire de nuevo para abrir mis ojos en esta realidad que cuenta los misterios de esas dos almas.

Se desdibuja en el horizonte de nuevo las suaves líneas reverberantes de la lejanía. Y, aún sabiéndonos en los cuerpos, tememos al aire que no se fía de sus motas esparcidas, navegando por espacios de tormentas... encandelilladas por la luz que las identifica... Y veo al ganado que pazca a lo lejos, sin saber que un solo Ser humano, con su alma, se ocupa de mirar los paisajes interiores para encontrarse con las otras... Ya es hora del halago para escuchar el grillo con su lira y, la rana croando en su nenúfar alegrando a Flora, y en lontananza, enardecida la tarde, florecen azules como gemas las pupilas que se miran en otras, caminando asustadas ante la penumbra envolvente de los recuerdos, con el brillo de su luz en su oscuro ámbar que ve lo que aprisionó su tiempo de esperanzas; iluminado por la magia que suscita la descripción pletórica de dicha que le regalan otros ojos que saben ver igualmente, con esa inconfundible sensación de sentirse fundida, amándose, perteneciéndose y compartiendo emociones de... sus almas.

(La clepsidra no mide el tiempo de la vida, sólo su palpitar en ella en los corazones que saben esperar... su cometido.)

...

En el crepúsculo se han quedado apacibles los pastizales y, el ganado se recoge bajo los viejos robles rojos del valle. Una gaita se escucha... en la hondonada donde el río se desliza presuroso, por entre los pequeños meandros del quebrado terreno, haciéndole quites a las piedras y requiebros a las rocas, coqueteando con la desnudez del monte, rodando en un ritmo visible con música del mundo, la de dos que se reconocen y seguirán amándose.
*

Elisa
30.10.

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La vida no tiene paisajes oscuros o vacíos, toda ella es luz, color y movimiento; si miramos con los ojos del alma será siempre amor y poesía. (Ranitazul-06)

2 comentarios:

  1. Precioso texto narrado desde lo profundo del alma. Un sentir emotivo que llega profundamente a quien lo lee.
    Mis felicitaciones..

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  2. Gracias, mi querida amiga Ethel. Mi abrazo. Elisa

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