Amigos, familia y conocidos

lunes, 12 de octubre de 2009

El recital poético

..."Cuando bajaba la soledad,
Cuando bajaba su máscara de proa,
Yo la invitaba a un paseo por la playa.
Muchas veces."
...
..."Tenía la misma talla de mi sombra." (Juan Manuel Roca-09)


Un viernes nueve de oct., del 2009.
Me acerqué en el metropolitano para asistir a un recital poético. La hora del fin de semana no es la apropiada para viajar por las aglomeraciones, empujones y gentes que desean volver a sus casas y, otras, "pasárselo bien después de una semana de trabajo". Es el encuentro entre miles de jóvenes que se empiezan a animar en vísperas de sábado. El metropolitano es moderno, cómodo y limpio. Le tengo al lado del edificio donde resido. Es un privilegio este servicio de transporte público frente al edificio donde resido , pero no está exento de otras incomodidades impensables en una sociedad heterogenea y de difrentes nacionalidades y culturas, como la que forma hoy en día España.

Voces en tono alto o bajo, las menos, se escuchaban en diferentes lenguas con sus risas e inquietudes; rostros de diferentes tonalidades y razas, con sus aromas y hedores se mezclan entre las gentes. Son los que acompañan a diferentes lugares de cualquier trayecto en un servicio público.Somos el común de la gente. Miradas y pasos llenan los pasillos y el espacion en los vagones, entre cada estación...y, serán casi veinte las que me separan del lugar donde me apee. Algunos miran sin mirar, otros cierran los ojos para descansar o pensar, otros hablan y se saludan al encontrarse en el trayecto y ríen recordando situaciones cotidianas. Unos pocos leemos pero es difícil enfrascarse en la lectura con el ruido. Así que cierro mi libro y dibujo sobre una cuartilla al joven opuesto que hornea por su naríz... Me divierte su rostro cuando se percató de lo que estaba haciendo mientras le miraba. Se levantó  y cedió su silla a otra persona mayor, escurriéndose entre los viajeros.

Voy a un encuentro con la poesía, con el poeta y sus pensamientos escritos, los que serán instrumento y sonido en su voz. Ella conecta con nuestras emociones y trasmite su sensibilidad expresiva, nos comunicará con su texto una parte de su realidad como persona. El poeta nos contará cómo piensa y hasta cómo valora los detalles de lo que ve y escribe, cómo borda la palabra en el verso con su experiencia, con su mundo. Pienso que será importante la ubicación de su tiempo en el entorno cuando escribió sus poemas. El mundo del autor. Pero no todos las entenderemos y sentiremos de igual forma. Lo sé. Siempre siento curiosidad por el alma  de quien escribe un poema y cómo se expresa en el mismo, la autenticidad de la mente que plasma el detalle y nos regala un pensamiento más de cómo se figura o siente lo que le rodea. ¡Se dice tanto sobre ello, se duda tanto cuando se cree que son "manipuladores con las palabras y las emociones que provocan, que mienten...!" -Un día hablaré un poco más en poema sobre esto que escribo ahora.

Palacio de Linares (Madrid)

Al llegar a mi cita escucho su voz desde el rellano de la suntuosa escalera alfombrada, que me lleva a la segunda planta del edificio, al “Salón Simón Bolívar” de la “Casa de América” en Madrid. Un suntuoso palacete del s. XVIII que perteneció a los marqueses de Linares. Me apresuro y entro para buscar un lugar apropiado.

(Palac.de Linares-Madrid)

 Mis ojos y mi mente se abrían a mis propios pensamientos, cuando escuchaba la parte última del primer poema que leía el poeta, ante el solemne silencio de los invitados...

..."Como una inmensa flor marchita.
Llevaba el hambre por ahí,
En los linderos del mar
Le daba a comer la lejanía..."



 Miro mi reloj y me doy cuenta que he llegado unos minutos tarde al suntuoso recinto público. Me acerco con cuidado de no hacerme notar entre los asistentes. Me hago atrás, al lado de una columna en un rincón lateral. Echo un vistazo… Filman el momento. Allá más adelante veo  a dos conocidos, están juntos. Un amigo colombiano del poeta y el que conozco desde hace un año, según me dijo quien me insinuara este recital que estaría... "No debes perdértelo, mamá, te gustará...".  Tengo algo suyo en una hoja de Word colgado en el Pc de mi escritorio: "DE-CANTARES DE IRES, IRAS Y ESPERANZA- CALI, 2006 - MADRID, 2009- Flores de Sangre -Los cantos de Mauricio Vidales-"

Un hombre de letras, un bohemio que denuncia y en coro de versos, la libertad mancillada ante la opresión política, la corrupción de mandatarios. Un inmigrante más en esta España. “Un refugiado”. También es un amigo de otro amigo de mi juventud de quien fue mi profesor de fonética y expresión corporal e Historia del Teatro Clásico en el TEC de Cali (Teatro Experimental de Cali en Col), escritor, poeta y dramaturgo ya fallecido, Enrique Buenaventura. Su fundador. Cercano al primero, está otro conocido de la familia, un  Luis, que nos distingue con su amistad, su sencillez y exquisitas educación ya son un regalo, es el Agregado Cultural de una embajada. Hemos departido por algunas tardes en alguna tertulia o coloquio político, por las libertades y los derechos humanos a los que hemos sido invitados. Al segundo le debo una invitación a una buena paella en mi casa, con la promesa de mojarla con ‘un reserva’.
Un bedel se acerca y me convida, enseñándome un lugar apropiado que está libre. Se lo agradezco. Recojo mi bolso que dejé en el suelo, apagando el móvil que sonaba en ese momento. La suntuosidad del bello salón es impresionante, no me canso de sentirme a gusto en ese entorno tan romántico, ideal para cualquier presentación literaria. Me dejo llevar por la idea de la palabra en el texto que lee ‘el mago del lenguaje’, abstrayéndome con su lectura. Es el poeta colombiano y  galardonado con el “IX Premio Casa de América de Poesía Americana”, -todo un lujo-, otorgado a su obra: BIBLIA DE POBRES (<< Biblia Pauperum>>) a Juan Manuel Roca.

A mi lado se dormía una mujer. Esto me sorprendió, no se entiende en un acto así. Más de una vez retiraba mi hombro para que supiese dónde ponía su cabeza... Mi mirada no dejaba de observar las pinturas y los adornos en relieve del entorno que tenía delante, sin perder oído al recitador.

“Mester de servidumbre

Por carecer de flechas,


los mendigos


arrojaban


a los nobles


sus propias heridas.


Pero había


una raza de pordioseros


más mísera aún:


Robaba heridas ajenas


Y las vendía


en la plaza del mercado.


Con tan burdas armas


los pobres cruzaron


la noche medieval.”



Poema tras poema leídos con una grave entonación y excelente expresión en el lenguaje, llenaron la hora larga de versos donde la ternura descubría las cosas sencillas, las simbólicas realidades con la metáfora, describiendo situaciones de lo cotidiano con una excelente ironía. La ensoñación cruzó el tiempo del brazo de la idea, perdiéndose entre muchas mentes que sí estábamos despiertas ante la voz del poeta. Hasta la mujer que se dormía en mi hombro, celebraba el momento, quizá  pensó que era el final..., por fin se iría a dar 'su cabezadita', pero no, aún no había terminado y volvió a mi hombro...
“Parábola del desierto



Tras perseguir


a los paseantes


Que no tenían


tiempo de escucharlo,


el hombre


trajo del desván


el viejo


sillón de la familia.


Sacó de su abrigo


un cuaderno manoseado


en trastiendas y graneros


y se acomodó las gafas


en medio de la porqueriza.


Los poemas que leía


a la piara de cerdos


hablaban de Dios."


Terminado el recital esperé a la salida, no si antes comprar el ejemplar para que me lo dedicara. Era su premio ganador una verdadera delicia de imaginación y creatividad. Ya me acompañaban los amigos nombrados, teniendo el honor de ser presentada al poeta, agradeciéndole personalmente el momento que nos había deparado su poesía. Era yo en el recuerdo y boca de mis amigos: “la madre colombiana de la joven filóloga, interesada por otra obra del poeta para recopilar información, sobre la violencia colombiana a través de los escritores de la tierra." Pues el día anterior le fue presentado y se interesó por hacerle llegar personalmente, una de sus obras para su trabajo de doctorado.

Un catedrático de filología de la Univ. Complutense de Madrid, se acercó presentándose al poeta para también felicitarle. Nos refirió un poco la historia del palacio donde nos encontrábamos, -algo que ya conocía por haberle hecho una visita recién restaurado, pero sólo una parte terminada del mismo, pero no había visitado todos los salones. El catedrático le refirió al poeta “el litigio de los dueños de “El Palacio de los marqueses de Linares” , que lo habían dividido por sus desavenencias conyugales a raíz de la infidelidad del marqués- Y cómo había saltado a la fama en tiempos de la dictadura, a raíz de los fantasmas que andaban por sus salones, sirviendo de entretenimiento a la prensa y las revistas como leyendas urbanas.”

Recordé, como entonces estaba completamente abandonado por sus dueños en pleno centro de Madrid, su posterior restauración, ganando la capital un lugar emblemático y un espacio vital para la cultura, siendo posteriormente sede de La Casa de América, que antes estaba al otro extremo de la ciudad, donde prácticamente no tenía el movimiento que hoy en día se le da.

Bajamos todos a la calle y vi una linda joven que iba con el poeta. Era su “única hija” según nos diría. Se lamentaba de “venir expresamente de Italia donde estudiaba y no tener a su padrun sólo día para ella". Le pedía que le dedicara un día por lo menos antes de salir de viaje” y lo decía en voz alta. Éste, se devolvió para darle un beso y un abrazo y se fueron juntos. Fue un poema más sobre la marcha.

Mauricio, uno de los amigos, me acompañó a la estación del metropolitano para volverme de nuevo a casa. Luis, no tenía tiempo para esperar y marchó antes. Hablamos un rato sobre las realidades de la inmigración y la crisis que estaban pasando muchos compatriotas, como otros que no lo son. Lamentaba no tener trabajo en ese momento y me pidió “un poco de magia natural”… Le di un beso y le coloqué una piedrecita blanca del mar Báltico en sus manos, con mi bendición. (La recogí junto a otras, en su orilla en un corto recorrido que hice dos semanas atrás cuando estaba allá en Suecia). Su sonrisa fue generosa junto a su abrazo besándome las manos… (¡Suerte Mauricio, mi buen chico, si me lees!)

A mi vuelta en el metropolitano y en el trayecto, subió mucha más gente y, entre ella, “tres jóvenes rumanas conocidas de la policía y habituales de los viajes en el ‘Metro’ en fines de semana”. Esto lo supe después. No sé qué diablos vieron en mí las delincuentes, que dos estaciones más adelante fui la escogida, con tan mala suerte esta vez para ellas, que supe revolverme de inmediato ante lo que pretendían, retirándome rápidamente del peligro en un giro desesperado que deshizo la presión que sentía, como si algo me avisara que diera 'un salto de rana'... Su azoramiento fue visible ante los viajeros que me rodeaban y, mi negativa 'sensorial ' de ser víctima de sus rápidas manos en mi bolso, “felicitándome por la rapidez” una de las viajeras (¡!). Sí, tuve un extraño impulso de evasión rápida del peligro eminente, ante la trampa que me iban a tender. Llevaba un reloj caro, una chaqueta de buena marca y el móvil metido en la misma, aparte del bolso con varios bolsillos de cremallera. No era gran cosa para la esposa de un jubilado, pero eran mías. Quienes estaban presenciando la escena, la gente de alrededor, viajeros como yo, “callaron por evitar el escándalo que suelen hacer las chicas ‘indignadas’, "es su reacción hipócrita”. ¡Ya las conocen! Y no me lo pude creer que así se reaccione por los usuarios ante lo injusto, y que los ladrones intimiden sin privarse de sus mañas diarias e impunemente delante de todos. Con el “cuida tu bolsillos que yo cuido del mío” ya hay bastante, y conocen este tipo de pequeños robos. Me pareció una inmoral medida de los mirones de turno, también de sinvergüencería la calificaría, que favorece una manera irresponsable de ceder al chantaje, a la presión de viajeros que las conocen y les conocen, “por temor a que les hagan algo”… ¿En qué país de Europa civilizada vivimos? Vienen acá a trabajar, dicen que a tener algo digno para vivir y resulta que nos convertimos en víctimas propicias o propiciadoras de los sinvergüenzas, de lo que allá en sus países, quizá esté  castigado de otra forma  que aquí sólo les estimula a seguir en sus andadas. Trabajan en grupos de dos y tres o una familia con niños incluidos, por lugares de mucho tráfico y transeúntes es lo suyo para el ‘descuidado’. “Y lo hacen de una forma limpia, con total impunidad, nadie se entera”. Pasan de arrestos, de expulsiones y de la autoridad y la ley, sin que nadie lo remedie.

Nada me pasó, pero el disgusto de las ladronzuelas fue eminente ante mi precaución y huida del peligro, cuando debía ser yo la más indignada ante ellas. Les molestaba… “que la vieja escapase como gata ardida de sus manos”, quedando liberada de sus empujones al otro lado de donde estaban y, frente a ellas separadas por un espacio. No entendía cómo habiendo sitio como se veía suficiente en ese momento ¡querían las tres agarrarse de la misma barra!, donde íbamos de pie tres más cogidas a la misma. Tanta mano por delante de mis ojos... con apretujado roce,  las delató.

Así que abandonaron el vagón una Estación más adelante y, ante sus insultos sin haber abierto mi boca para afearles su lance, les regalé mi sonrisa y les hice una venia ceremoniosa. (¡En el país de las brujas ‘las ranas’ llevan corona, Jajajaj!) Ya por fuera en la acera me hicieron un corte de mangas las muy…
No entiendo este proceder que quita valores a los usuarios en un medio público – como les dije indignada- o, en cualquier lugar que esto ocurra, Tuve que decirlo en voz alta antes de salir fuera del vagón, porque no me podía aguantar. Nadie me dijo nada porque el pecado es cobarde. Si lo denuncié en la Estación a mi llegada.

Para entonces había vuelto a mi lectura al poderme sentar y leer en mi libro adquirido, la “Biblia de Pobres”, abierto por la página nº 57. Pensaba que debía de leer el mensaje que se me daba en ese momento y estaba allí, en esa página. Me tranquilicé leyendo este poema:

*“PARÁBOLA DEL VACÍO



En la umbría capilla,


entre olores de cirios


y una ración de eternidad,


el predicador


demandó a sus fieles


que pusieran


en el saco de limosnas


lo que poseyeran de más.


Lo llenaron de vacíos.”


*Poemas del poeta colombiano: Juan Manuel Roca.



El día me había entregado todos sus momentos ¡Aún quedaban dos piedrecillas más en mi bolsillo! Mi corazón, cuerpo y alma, llegaban enteros a mi casa con alegría, para recordar en el descanso, que las tardes tienen infinitas sensaciones y colores hasta que se va el día; no siempre son de ocasos rotos y sí, de unidad en la mirada, sentimientos y empatía. Buenas cosas hechas. La unción de las ideas en la palabra, la poesía y la esperanza en los detalles de los ojos de nuestros semejantes.

Al salir a la calle, una joven amiga que no veía desde hace algunos años, con la que compartí un taller de restauración y carpintería práctica, se acercó a mí antes de salir a la calle y me tocó en el hombro. Venía en otro vagón "donde sí habían robado"… Ya éramos dos para la denuncia (¡) Nos abrazamos y supe de su realidad. Hacía tres o cuatro años que no nos veíamos. Me dijo que se había separado el año anterior… Una sonrisa de tristeza marcó sus labios… “Pero… ¿sabes, Australia? ¡Tengo trabajo y mi hija de once años está conmigo, eso es lo que más mi importa, porque el piso, g. a Dios nos lo habían dado mis padres de sus ahorros y aún lo estamos pagando!” ¿Y, él? –curioseé “Ya se ha echado novia, era lo suyo, qué le voy hacer si no había amor” (…)

Nos despedimos con un abrazo. Eran las once de la noche cuando llegaba de nuevo al portal del edificio donde resido. Era tarde para mis costumbres. Cuando abría la puerta sentí que entraba un recuerdo conmigo. Una piedra azul acompañaba a otra blanca en mi bolsillo de mi chaqueta. Un grillo en el jardincillo tocaba su viola escandalosamente y creo, que ya me había transformado de nuevo en ranita. ‘La charca’ me esperaba.

Así que le dejé una parte de mí y no sólo este recuerdo.

Inclinación 


Me estoy acostumbrando al salto lírico
ufano por ser algo y consciente de tenerse;
Y me parece poco el familiar acento
bordeando el río de lumbre, candente de mi verbo,
como latido sin tregua que lucha hasta el cansancio.

Aunque parpadean los recuerdos,
¡ya sé que no son nada!
Aunque me miren ellos, como poemas mudos.

(La noche llama al verso traficante de sueños
para vender su pedazo de gloria el muy cretino)

Me estoy acostumbrando a drogarme de lunas,
de sus nadas y las mías en esta tierra que piso.
¡Y también de todos los malditos silencios juntos!
A derrochar palabras hambrientas de deseos
vendiéndole mis sueños a las estrellas,
prostituyendo mis pensamientos,
siendo exposición de carne con el verso altivo
o, ser de la hondura interna, que se escapa hacia ninguna parte.

Y cuando soy del tuyo, luna bella, tan incauta y crédula...
No sé si me sientes, cuando me supiste tiempo
volando en la polilla y hasta la hoja seca
en medio de cualquier libro.
Me acostumbro a todo, Amor,
a ser mota de polvo soplada por el viento.

Tampoco sé qué pasa cuando por tu calle no escuchas,
si voy camino de vuelta hacia la tuya, ¡quizá he muerto!
Cuando sabes que me pasa cuando no te digo nada
y mi alma pletórica de gozos, escribe.
Ya ves, cómo el recuerdo traza un círculo de luz
para sentirme dentro de ti, para sentirme viva.
Porque por mí, ayer me hubiese muerto.

Me estoy acostumbrando a ser de humo
para dispersarme en los silencios y vacíos;
siendo despojo, mota de polvo, inclinación baldía.
Me estoy acostumbrando a saciarme con el llanto.

A. Elisa Lattke V
ot/09


11/10/10

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