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lunes, 30 de noviembre de 2009

El grano escogido...



...Nos trajo el tiempo...
¡No sé por qué misterio! 
Como legado a cuestas,
 -aunque me digas cínica-
¡Y floreciendo en vida 
para sembrar el alma!
Me duele crecer sin ti 
para morir mañana,
saberme rama desgajada 
sin compartir nuestra luz 
donde la ruda crece, 
hiriendo con su hedor, 
clavando su mirada.


Eres y serás mientras no muera esperanza entre mis zarzas, como puente de piedra del viejo eremita... Náyade de mis ríos, sirope de ternuras, bosquejo de un paisaje encendiéndose en todo, milagro y cercanía. ¡Lo eres todo!


Te mueves hacia Él, como yo...  -¡Y no juzgo enceguecida lo que no entiendo, pero si comprendes, dolida!- 
 AlMA: Tu sabes porque el dolor se lleva repartido como sombra pegada a la espalda, dejándonos su oscuro misterio confabulador de  miedos. Pesada carga cuando se nubla entendimiento y sigue con su mundana apariencia de desalojos ciertos, tratando de ser fuerte y sabe qué le vence. Cuando conocemos las alas expuestas a los soles y nos pensamos dentro paralizadas de frío. -Es otro temor el que ha vencido pero no desamor u olvido- Es, no sentir las otras alas y apuntalar el vuelo inteligente.


Sabemos lo que somos del verso por los labios, de la fiebre en el verbo silbando por trigales.
No me gusta sentirme despreciada como el que no responde ni mira hacia su espejo;
sin ver un gesto al otro lado y sí, impasible estado como si no existiéramos, severo, señalándonos por el mundano ruido; reconocido con palabras temiendo a las ideas en memoria de lágrimas.
¡Será eso por dios, a eso también temo deseando sentir un hombro para abrazarme aunque sea  temblando, pero callada, pues todo se ha hablado!


...
Somos mies, comida en grano cosechado,
riqueza en la pobreza del sur o de su norte;
y, yo, me siento uno, naciendo entre tu trigo 
rodeado de amapolas de viñas y de olivos.


Eres mi fatiga y recompensa pero también las letras del poema. Sé que en este paso por la vida
necesito las mieses maduradas, cuando son del alma besadas por la brisa. Y, en la oscuridad del mundo, las veo iluminadas porque aún estás tú besando mis heridas. Soma de las aves, un canto venturoso de santidad inefable para sentir lo dado. ¿Qué nos resta sentir con alas rotas...?
Se merman anhelos e ilusas ilusiones y se comprenden tantas cosas que sólo a ti las daba, 
rompiéndose la vida sin rescatar mi alma.
...  
Y sé que voy pasando como fugaz instante
con la miel en los labios, con la sed bendecida.
Me gusta ser un grano de maíz 
en mano recogido por... ese dios vivo
que pide en su trigal, ser siembra preferida,
sintiéndome en lo puro, ¡queriéndote amor mío!




09-Elisa

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