Humedece el rocío a mis hojas de invierno
y desciendo en las gota de la lluvia con fuego.
Como llanto en Natura en mis ocres sombríos
voy cazando mañanas de febriles estíos.
Resbalando en el tiempo por mi frágil instinto,
soy ahorro de vísceras… ¡Y el amor en el cinto!
Y me guardo monedas, redondeles de sueño
y ellas compran las claves de mi amor y su dueño.
Van pasando otras aves... a posarse en el verbo,
semillero y almáciga, sembradores de acervo.
Avecillas sin alas de volar sin aliento
De un futuro sereno fustigado en el tiempo.
Sempiterna es la vida nos atrae al destierro,
su creadora ilusión nos plantea un encierro.
Y a través de este canto soy bosquejo y murmullo
soy un vuelo esperado que se llena de orgullo.
Hoy en cuerdas de laúd, en la aldaba del pecho...
he sentido que tu alma me esperaba en acecho
¡Y he pasado corriendo por pasillos de arena...
a mirarme en el mar de unos ojo, serena!
Y mi espejo era llanto y de oleajes sus brazos
que querían ternuras y era yo su regazo;
un fundido en sus aguas arropadas de lunas
con la brisa en los rostros acunando fortunas.
Alma mía, he llegado para hacerte un regalo:
¡Ven conmigo por el bosque de leyendas y hadas,
si me quieres en versos siendo amor de poemas;
yo seré de ese cielo para el llanto en almohadas!
Elisa
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