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miércoles, 10 de febrero de 2010

Detrás de “la cortina de la lluvia” (Con ella…y mi madre)



*Este recuerdo que pertenece a momentos de mi vida muy especiales, se desarrolló a través de un sueño.


He llegado a mi patio interior iluminado y, estoy conmigo, me siento a esperar a tu lado, mi buena alma. 
Quise sentir lo mismo allí fuera, escuchar la lluvia, pero no es lo mismo substraerse de los sonidos; pero acá dentro de este cascarón sí, donde los fluidos químicos son menos escandalosos, además  sólo estoy rodeada de luminiscencias y fogonazos de mi propios pensamientos. Ellos construyen la melodía de mis silencios y mi cerebro procesa las necesidades tuyas, mi buena amiga. Hablemos mientras la música de este universo interior suena… Espero a alguien...

Muchas veces tú nos haces que percibamos demasiadas imágenes del pasado. Tras tu "cortina de lluvia" diferente a la real y de agua, la que conocemos en el mundo donde encarnas, es diferente el sonido; pero hoy puedo permitirme esta incursión hacia "el túnel de las imágenes”, mis anales, tu historia, mi años de vida. Allí se concentran los tiempos: pasado, presente y futuro de la existencia en los cuerpos, que te son asignados y, todos tan diferentes e individuales en su personalidad y contenido, enfrentándose al mundo exterior que les espera. Construyendo desde el sentimiento de Amor cuando se conoce y se ha evolucionado para servir a la Idea de la Eternidad  que nos mantiene, sin el estamos definitivamente muertos.

Por un momento puede mi cuerpo substraerse dentro de su propia luz, disfrutar de su propio universo haciéndole compañía a  la vida unicelular, que como huésped espiritual en su materia caduca, reconoce,  porque es el portador de su energía y evolución temporal; manteniendo su lugar de privilegio, siempre amenazado arriesgando su tiempo por malos hábitos del libre albedrío, pero con las ventajas de aprender de su experiencia y la razón del que está dotado. Permitirme este riesgo de  estar dentro de mí tal como lo hago, es dejarme fuera  preocupaciones ante las agresiones exteriores de quien no sabe, si ocurriese cualquier  cosa de mi mundo físico, llamar o... ‘tocar a la puerta de mi mente ’despertándome de mi entroinspección interior, en busca de información espiritual y orgánica a través de mi conciencia.  Alma mía, estar contigo no es sobresalto y sí necesidad vital.

 En este otro lado de mí misma donde me habito, veo lo que me voy dejando sin hacer y que está aquí en los rincones de mi memoria aguardando. Entonces, sé claramente lo que  he dejado, lo que he perdido, lo que ya no volveré  a encontrar, pero también lo que me espera, lo que puede hacernos cambiar las ideas o desistir de morirnos 'la víspera', antes de  entregarme definitivamente a la muerte celular, cuando sepa y llegue el momento, porque sé que como mi madre  y mi abuela y demás generaciones que me precedieron, lo sabré.  Por esto Alma, ya tú sabes de este encuentro, de mi necesidad de volverte a ver y cómo, en un ayer no muy lejano de la cronología terrestre, quedamos tú y yo para sentirnos  en vida y podernos abrazar, sabiéndonos dividas. Habíamos quedado  en ese encuentro para este tiempo mío, cuando la brevedad del mismo se fuese mermando y dominara el dolor moral o físico una realidad, la que deberíamos sufrir en el cuerpo o en el pensamiento. Pero debes saber que  es como si estuviésemos en  otra dimensión del Yo único, el de las impresiones porque nos llegan  a través de nuestros propios órganos sensoriales. Compartimos una información importante que penetra a través de los sentidos que conocemos y, para los cuales nos adiestramos acá fuera de nosotros, siendo son los conocidos: visión, audición, tacto, gusto y olfato, todo lo que procesamos  es evaluado, sentido y tan efímero y necesario pero importante. Debemos aprender, estamos obligados. Sólo soñamos para despertarnos con la muerte de nuevo.

 Dolor que sólo pueden sentir quienes saben de los sentimientos encontrados, necesidades compartidas por nuestra lucha interior, responsabilidades que aún nos tienen atados a este mundo,  temores que sólo son del mismo proyecto inconcluso para superarlos y, cada vez ganar en fuerza espiritual capaz de vencer todo escollo que nos propongamos, para la Vida  en la propia individual. Y, ante el futuro de lo que no puede verse en el espejo reflejado, porque está dentro y hay que recorrer un camino para encontrarse, este mismo que hago yo de vez en cuando… por ti... consigo las esferas de luz para que respires fortaleza. ¿Sabes?  ¡No es agradable  ver la carne iluminada por la luz del Alma, sabiéndola finita, cuando ya sabemos lo que ocurrirá en su proceso hasta su desaparición física, pero todo se ha hecho para que nos enteremos cuando llegue el momento, sí cuando se inicia.


(Desperté para volver a quedarme dormida y ahora, tengo a mi lado a otro ser entrañable que me acompaña.
Es ella la que fue dueña de mis días, los de este hoy, mi progenitora. Me sabe y puede traspasar como yo  "la cortina de la lluvia" para visitarme", hablamos telepáticamente.)

...Sí, madre, tú y yo conocíamos el cómo… Algunas veces lo anduvimos cuando estabas viva, por eso no tuviste  temor de dejarnos. Era también porque  tu cuerpo demandaba descanso, un nuevo cambio, un proceso de depuración en la memoria no importante, la del lastre, la que ya se conoce y está registrada. El mundo nos ensucia, lo sé, es lo terrible.  Nos resbalamos en las cáscaras de otras vidas, perdemos el equilibrio y la suerte de permanecer erguidos. Ahora, delante de ti en este estado, recuerda que te  reproche no dejarme en aquél claustro por haberlo abandonado y no curarme dentro. La malaria me aquejaba allí mismo sin salir fuera. Pero eras tan obediente y sumisa a todo lo que decían otros, que no pude seguir madre, no pude seguir y tú sabías que me asustaba el mundo por eso me ofreciste a Dios, porque no quería perder otras cosas que compartíamos, contigo y la abuela. Yo no quería volver pero estaba débil y enferma, la alimentación no era adecuada  por la austeridad; lloraste al verme, pues los castigos en la celda eran largos y había que hacer muchas cosas, las que llamaban “sacrificios de humildad y adaptación al sufrimiento en nombre de Dios”...  Muchas cosas a las que no estaba acostumbrada.

 Mis votos de silencio y renuncias no me permitían  verte a ti y a mis hermanos. Estabas asustada y arrepentida, sé que no te lo perdonaste porque cuando tenías vida, me mirabas a los ojos y sabías lo que estaba pensando, lo que me pesaba, lo que deseaba...  Yo no quería salir del convento, pero sé que me hubiese muerto si no me sacáis. Algunas veces el castigo era estar fuera caminando alrededor de las celdas, por aquellos corredores sin luz, sólo las estrellas se reflejaban en la fuente; allí iba y me quedaba al lado escuchando el rumor del agua, los grillos y las ranas... ¡mis ranas! Querían que fuese fuerte, que me olvidara del mundo y, todo ese mundo del que me habían arrancado ¡estaba en mí! y con el, un dios que no era el mismo que decían, porque siempre amenazaba castigos terribles y eternos por cualquier cosa. No, no era el mismo, madre, como tú y yo le conocíamos porque el nuestro tenía y tiene música y amor, que está absorbida en claves del pentagrama del Universo interior donde la escucho, la que sólo descifra el tiempo, este mismo que es parte de nuestro encuentro.

Todo está detrás de "la cortina de agua", sabíamos que existía y tú misma al morir y tu madre me lo habíais confirmado, por eso nos atraía el agua de las cascadas, por eso ellas cantan a la tierra cuando se sueltan sus trenzas  y cabellos de luz plateada,  perdiéndose en  debajo de la tierra o brotando de ella, yéndose por los montes, bajando entre las rocas y las piedras, chocando por ellas con fuerza que las lleva desde las cumbres de las montañas; todo esto lo sabíamos madre, la abuela me lo dijo, intentó llevarme a su mundo, preguntó si lo quería al verme triste hace muchos años... ¡No me importaba en ese momento, la verdad, no me importaba nada de la vida, sólo una parte de ella que era hermosa! Escuche los coros, del agua, su música y esas melodiosas voces, suaves como una flauta  entre la niebla, me llamaban. No tuve ningún temor... ¡Si no se lo tenía a la muerte nunca por qué a algo tan conocido y bello, que me llevaría de vuelta! Quería  escapar, huir  y tú, después de tanto tiempo has vuelto también a repetirme: ¿quieres ahora, hija, yo puedo hacerlo, así te arrancaré del sufrimiento en el cuerpo por estar en el mundo si es lo que deseas.

...
Volví a decirte que tenía esperanza, que podía esperar un poco más, que ya era tarde para plantearme una drástica vuelta cuando el camino estaba esperando, quizá un año o dos o diez más... Entonces mis ojos se cerraron y te pude ver, ya no te sentía porque estabas allí frente a mí, me llevabas de tu mano, como cuando eras joven y yo una niña: alta, delgada,  con tu tez trigueña, suave y delicada, estabas mirándome y vi en tus ojos amor, mucho amor. Confieso que,  sí quise decirte que sí, madre, decirte que sí en ese momento porque todo lo enseñado era maravilloso y lo volví a recordar. Tantas veces había pedido morir y no supe resolver mi deseo de inmediato por qué  dudaba o, me acobardaba ante lo que me dejaba atrás... ¿qué razones podría ofrecer para una vuelta precipitada? ... Pero por otro lado pensaba: ¿qué espero de la vida que me hace retroceder, al fin de cuentas ya he vivido y me llevo igual que me dejo lo mejor de mí, pero me dejaba también lo mejor de lo que pude vivir a través de mi existencia y creo que le haría mucho daño mi falta. Entonces, por todo lo pensaba, me invitaste al jardín, allí donde permaneces cultivando tus flores, en medio de tantas aves llenas de colorido y de cantos melodiosos; sí, me sentí bien cuando supe del lugar que te habían asignado, tuve  envidia de no estar contigo y disfrutarlo;  me brindaste un lugar para descansar al lado de un riachuelo; nos rodeaban árboles muy altos y frondosos que desconocía, pero me  aclaraste que eran los que ya no existían en la tierra. Que todo lo que había allí en su mayor parte  había sido destruido por otras generaciones de hombres, y que estaban allí como todas la semillas del mundo; que era un enorme semillero, donde miles de almas cuidaban del futuro y la belleza que adornaría el nuevo lugar, que todo estaba planificado por "El Todo Poderoso"... del que formabas parte tú como el resto de los que supieron amar, sin hacer daño y con paciencia, aguantaron la existencia que les toco, intentando mejorarla para ser felices con lo que les había tocado. Tú, que siempre llorabas cuando te emocionabas, ya no derramabas lágrimas, despedían luz tus ojos , podía ver a través de ellos todas las maravillas que me propusiera. Te pregunté por qué ya no había lágrimas... Me contéstate que ya no las necesitabas porque eran del cuerpo y, en ese lugar eras más que un reflejo de miles y millones de cuerpos, que se habían hecho fuertes a través del dolor, por eso estabas allí condensada en uno pero no cautiva y consciente de lo mejor que se quedaba en esa luz, la que te miraba en las pupilas. Me contaste que esperabas entusiasmada "otra misión ideada por ti misma' y que ya en la misma tierra habías  deseado", que "ella había permanecido esperándote porque tu fe te daba vida eterna”. También me decías que no dejabas de sentir mis lágrimas, mis pensamientos cuando me lamentaba por cosas o por  el amor que sentía, por las frustraciones y por hacer cosas que ya no tenían sentido a mis años, al menos en estos momentos de mi vida...  ¡Sabías de mis fallos, sabías de mis derrotas, sabías de mis ilusiones, limitadas por la convicción de estar mejor muerta que viva, cuando el Amor era el motor que aún me mantenía acá!  Y como somos millones de cuerpos, cascarones del almas, debemos aguantarnos tal como somos, cuando nos proyectamos desde la Vida.


Ahora contigo dentro de mí y yo, dentro de mí misma, con mi propio corazón testigo, reloj de mi tiempo biológico y con mis ojos cerrados,  parece que me indica que la vida aún sigue como la primera vez, y de la misma forma como cuando era niña; sólo que hay una capa sobre otra que se va agregando, sobreponiendo a la anterior como cubierta del tiempo viejo que ha ido pasando, esferas una dentro de otra, cubriéndonos poco a poco de óxido. Sabemos de su entrada y cómo, quizá un mañana nos descubramos de vuelta, porque conocemos el camino andando bajo el mismo chaparrón de agua espiritual, empapados, limpiando nuestras almas, purificándolas, hasta el claro del bosque. Ya allí nos podemos reencontrar con lo que fuimos. Creo que tanto tú como yo, madre, sabemos de la alegría que supone volver... pero también de la dicha  de dejar el mundo para un descanso merecido.

Profundo interior de nuestra visita  me ha dado la oportunidad de adentrarme a través de mi ser para nuestra cita. Ahora, que estoy de vuelta, mi corazón sigue bombeando sangre. Se hace ensordecedor el ruido..., me duele la cabeza, estoy helada y tiemblo, tengo sé y mucha...  Me siento agotada. Y me he despertado, pero pienso que, me gustaría volverte a sentir dentro de mí, madre, quizá vuelva más a menudo,  a esta cita conmigo y contigo mientras puedas, para darme cuenta  que me estuve despidiendo muy pronto de este mundo, donde aún permanezco, sin haber atendido todo  lo que mi alma me aconsejaba mientras paso por la Vida.


Elisa
Feb/10


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