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viernes, 5 de febrero de 2010

Pasaje



Me quieres árbol en el tronco, madre;
y de tu savia, rama;
raíz ahora, historia que se yergue
dando amor por todo lo que tengo.

Me quieres principio, etapa fértil,
necesidad de tu ser cuando desciendo
y, dentro, siempre asomada,
impulsada entre brisas, sosteniendo
la parte que queda de tu sueño.
Corriente en río evocando el gesto.

Sí, me quieres puente y la vereda
y silbo trovador para mi tiempo.
Gorjeo de pájaros anidando
mis poemas bálsamo, dentro de alcuza;
y en soporte de anhelos germinando.

Madre: De tu corteza, concentrada,
altiva y muda en su belleza
apuntando hacia el cielo con sus ramas,
guardo sólo la mirada de tus ojos verdes, pero...
¡Me quieres coronada de entereza!

II

Se duele el interior en su silencio acrisolado
con el roce tierno cuando el viento pasa,
y sé de mi caricia cautiva por un rostro
filtrada por los rayos de la luna;
sobre la piel sin límites, sin murallas
y la Vida en los cálices de flores,
verdeando aún mis amarillos por sus ocres
donde el alma de hojas,
se hace tanino embriagador
y bálsamo de hormigas;
sabes que soy croar incansable por las charcas;
con mi coro de grillos por siembras y juncales
sin atreverme a picotear el trigo de las aves,
cuando mi rústica tierra me lo da... si lo trabajo.
¡Me duele madre, tanta ensoñación del alma!

III

Sobre mis terrenos labrados de palabras, siembra…
Condensación nocturna de mi grito oscuro,
soy frenesí ardiendo en la calma de una llama
y siendo dolor conmovedor y misterioso
donde Dios guarda mi tiempo bien seguro,
soy afinidad cobarde en lo ilusorio
bosquejada por sus nieblas en las almas;
confusas expresiones del ay tan compasivo
asaltando mi caudal abrasador que me delata.

Madre: Se quiere, sí, en el querer de la simiente de mi savia,
se quiere en el sentir del ayer, aire que nos falta,
se quiere sin saber si vives o te mueres antes...
y en el sinvivir, sabiendo que se vive
y, amamos un sentir sabiendo que nos aman.

...

Respiro con dificultad lo que clama
y me llena de muertes diminutas,
con la sed del sauce hendida bajo el agua
estremeciendo mis raíces bajo tierra,
o con la fe del trovador que se convierte
en sombra de su fronda que le abraza
rendida al amor de su savia cuando yergue.
Pero, siendo árbol, en su símbolo,
es de humana condición y le pierde
No me quiero, madre, así, como...
¡joya de amor brillante, pero inerte!


A. Elisa Lattke V

2010

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