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miércoles, 3 de febrero de 2010

El aroma del saúco (Dedicado a mi querido biólogo)







Una tarde de verano cuando volvíamos a la ciudad a través de una carretera comarcal. Nos detuvimos al lado de unos matorrales al comprobar que la silla de atrás, donde iba sentada mi madre, se desplazaba del respaldo en cada curva, haciendo que ella se sintiera incómoda. Fallaban los anclajes después de haberla colocado, sin fijarnos que quedaban correctamente cuando lavamos el auto y le limpiamos. Ese era el problema.

Nos bajamos mientras la arreglaban y mi madre y yo, nos acercamos a unos arbustos. Ella se puso a coger algunas flores blancas y, llevándoselas a la nariz vi que sonreía. Me las alargó en su mano para que hiciera lo mismo, preguntándome:
... "¿qué te recuerda este aroma y dime qué nombre tiene el arbusto, quiero saber si no lo has olvidado?"


 Cogí las flores y al sentir su aroma, rápidamente le contesté:
 ...."¡Madre, claro, cómo no lo voy a recordar, había uno en el patio grande en la casa de Florida, al  lado de la cerca; era frondoso, siempre florecía y su fragancia es imposible que tú y yo la olvidemos, es saúco!"

Las dos nos quedamos un rato en silencio y nos abrazamos. Ambas, pensábamos en el tiempo que había pasado... Ella, ya se había convertido en una mujer anciana y yo, iba camino de lo mismo; pero por entonces en mis recuerdos, mi madre estaba llena de vida, lozana y bella; yo, era una niña de siete años o algo menos, acostumbrada a conocer la naturaleza por la forma de sus hojas, el olor de las mismas al estrujarlas entre las manos, la forma del tronco o su textura y si florecía, por su aroma. Había algo que las dos compartíamos, la misma sensibilidad olfativa al percibir a través de las imágenes aromas de la naturaleza o de los alimentos, hasta cuando estos se ofrecían cocinados estando lejos  de nosotras, sólo por verlos en imágenes y hasta con una simple conversación descriptiva, era suficiente. Era y es algo  increíble para otros que esto pase, pero hay respuestas científicas que lo afirman. Menos mal.

Nuestro acompañante nunca entendió estas cosas que nos ocurrían. Para él formaban parte de la sugestión que tienen "los pueblos primitivos como los de América, creencias  imaginadas que se propagan como los mismos olores o sus aromas a través de leyendas ancestrales." Subestimaba nuestro olfato y nuestra capacidad sensitiva ante pequeños estímulos.

Y es que las distintas sensaciones o impresiones de lo que nos rodea, aún estando lejano el objeto orgánico o mineral que lo transmite, se siente "en los órganos del sistema nervioso central" como información que los estimula y, por tanto se asocian a los recuerdos percibiendo no sólo aromas procedentes del mundo vegetal.

*Mi madre inmediatamente recordó sus propiedades que  con gran eficacia aplicaba mi abuela, pues en aquellos montes nunca teníamos un médico cerca cuando lo necesitábamos. Era ella con sus conocimientos  sobre la farmacopea natural, que había heredado a través de otras generaciones, los que hacían 'el milagro'. Mi madre recordó entonces que, el saúco, tanto  sus flores como sus frutos oscuros, sirven como sudorífico, depurativo y pectoral, también recordaría que venía bien al estreñimiento, limpieza de la sangre, los procesos gripales o del catarro y la bronquitis, las infecciones de la boca e inflamación de las encías, garganta (anginas).  No dudando en coger las bayas y las flores. ¡Era increíble cómo recordaba con tanta precisión!

Cuando el recuerdo se hace presente a través de los sentidos, asociándolos a escenas del tiempo pasado, y en este caso era el que ambas habíamos disfrutado, puede traernos a la mente escenas de la vida que  tuvieron  una gran importancia en nuestros conocimientos o formación. Sabía que en mi madre la flor de saúco que olíamos esa tarde, le recordaba también otra escena de su niñez con la suya, mi abuela, en otro lugar mucho más atrás en el tiempo; pero ella y yo, compartíamos ese único y especial momento:  una escena con aroma que no olvidaré. Ella me llevaba ventaja con dos recuerdos en su mente y yo ganaba por no olvidarles. Hoy que lo dejo aquí escrito  pienso que, me hubiese gustado compartir esos momentos con alguno de mis hijos, pero desgraciadamente aunque les guste el monte y los bosques, la ciudad absorbe sus vidas; pero tengo el consuelo de tener un hijo profesional de la biología vegetal a quien dedico este recuerdo.

Mi  niñez y parte de mi juventud en montes y selvas, como fue la de todas las generaciones por línea materna que me precedieron, -que yo sepa quinientos años atrás-, me llenó de muchas impresiones, imágenes, aromas, sabores y más cosas que enriquecieron mis sentidos, despertándome a la vida. Es algo muy difícil de entender; mas, cuando no se ha vivido o educado en el mundo rural observando y aprendiendo de la naturaleza que  rodea, interesándose por todo ello, sintiendo como yo, latir al unísono la vida tan intensamente en la niñez, teniendo siempre la curiosidad de saber qué me rodeaba. Es una lástima perderse una experiencia hermosa y  especial, que transforma sensiblemente nuestro ser, dándonos  una información muy importante si estamos de nuevo en ese medio por cualquier circunstancia.


Elisa
2010




Para ilustrar este  sencillo momento de mis recuerdos les dejo esto de un gran escritor que nos habla de lo mismo: Marcel Proust, que...


"Después que la gente se ha muerto, después que las cosas se han roto y desparramado el perfume permanece en equilibrio mucho tiempo, como almas resistiendo tenazmente,  en pequeñas y casi impalpables gotas de esencia."


"El olor transporta a momentos vividos en el pasado. A todos nos ha ocurrido esta experiencia. El olfato es el más subjetivo y enigmático de los sentidos: misterioso y excitante, puede sorprendernos donde menos se espera… y entonces, es capaz de abrir una ventana que creíamos cerrada para siempre.

Nunca imaginé que este fenómeno guardara una relación directa con la literatura. Pues sí, la hay. Los psicólogos decidieron llamar a este atributo fisiológico del olfato EFECTO PROUST, en honor a este reconocido escritor francés, Marcel Proust, que recreó una situación olfativa en una de las más conocidas novelas de la literatura contemporánea: En busca del tiempo perdido."

" En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba…la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo… así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té."


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"Muchos olores son atrapados en la memoria : a libros viejos, a tierra mojada, a madera, a mar, a pan caliente, a piel de bebé. Sin embargo, no es frecuente encontrar descripciones de olores en la literatura. Creo que es un sentido que tiende a sugerirse, queda para la imaginación del lector, imperceptiblemente le ponemos olor a las situaciones. 

El olor es un sentido para la novela, digo yo. El cuento, en su afán de síntesis, apenas lo sugiere. Creo que quienes más caso le hacen son los poetas. ¿Quién no se ha leído a estas alturas El Perfume de Patrick Süskind?  Otra estremecedora novela que recurre muchísimo a descripciones olfativas es [b]Los Desnudos y los muertos, de Norman Mailer."


Y
o, Elisa, la que escribo y quien recuerda este episodio de su vida al lado de su madre, da fe de esta realidad que  recuerda también cómo después de la muerte de su madre, por mucho tiempo los lugares que le eran propios a momentos en que ella estuvo en ellos, tenían un aroma especial a mar, un aroma salobre y fuerte que sobre todo se sentía en la habitación donde dormía. Incluso fue percibido por dos de sus nietas y uno de sus esposos. Cosa que afirmo esa situación de incredulidad a raíz de los comentarios que hacíamos. Aún  hay momentos que por alguna razón ella, mi madre deja  que se sienta ese efecto de un aroma que siempre huelo a lo mismo: el mar. Porque precisamente fue allí donde dejamos sus cenizas, en el Mar Mediterráneo.

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