¡Te digo hasta mañana! (Prosa)

Segovia- 2010

Hoy no pude ver la luna, las tardes  han perdido su encanto y son como todas, ¡para qué nombrarlas!
Me encanta ver llover detrás de mi ventana y es difícil saber si debo resignarme en este inmenso océano de palabras, donde los frutos no apetecen recogerse. Si los dejo en la rama alimentarán a las aves.
Me escolta un ángel con sus alas y juntos estamos dándole vueltas a la vida. Y en mi desconcierto terreno se rozan nuestras sombras, brota el placer desde la voz gélida de los siglos, bocanadas de palabras que no me dicen nada, sin ti no es lo mismo.

Recoger una caricia entre el cierzo, duele; doblegar la necesidad queriendo recordar una mirada puede mantener la esperanza, aunque el amor no se varea como a las aceitunas, pero sí varía en la mirada.
Debo confesarte que una vez más me apresa este barro de la vida, se seca el limo de mi fuente sin tu amor, me angustia por momentos y es que  también, por momentos, la fe se siente prisionera.
Este tiempo aletarga,  no despierta mis pensamientos mientras la niebla atrapa mis sentimientos,
refugiándose el olvido en ellos.

Quisiera que fueses el sol tras la cumbres pero ya sé que  no, que sólo se puede ser moderado trazo de luz en los celajes, una línea bermeja, una idea cruzando el horizonte. Que la noche me escucha y se lo cuenta todo a a ella y, ella, bosteza su vigilia, quimeras que cuentan los poetas. Ya no escribe poemas ... dice... ¡Que me escriban!

Como una polilla alrededor de mi última luz vuelo, doy vueltas  alrededor de mi neurona rebelde, la misma de siempre. Las otras se sublevan en su contra. Necesito dormir para soñar no para viajar en el tiempo. Necesito que se derrame la fragancia de las rosas por mis sueños y dejarme algún hastío para mañana. O cerrar de una vez todas mis ventanas.

¡Si sale de nuevo el sol para mí, despiértame Vida con un beso, si no es así déjame ir al alba con la gélida brisa de un amanecer, mirando los tejados y las cumbres!

Elisa