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jueves, 9 de diciembre de 2010

Detrás de los muros

 Antiguo adagio musulmán que dice:
"Todo hombre es dueño de sus silencios,
pero esclavo y víctima de sus palabras."



Hoy parece que escribo desde un claustro, puede que casi lo sea cuando escucho mis propias pisadas y siento el hábito de ser yo misma cuando estoy dentro de mí. Me lleva el pensamiento a adentrarme en los pasillos y corredores del alma, sin embargo, hay una mirada que no ve más que lo que llevo y se ha grabado y sellado dentro de su corazón, pero no oigo el silbido del ave, el aleteo de sus alas ni su arrullo por mis sueños.

Allá en la distancia tras las esquinas del ayer juega mi mente con otros recuerdos, desapareciendo una jovencita detrás de unos muros a lo largo del ancho pasillo de un convento. Desde mi acá en su futuro, ella no puede correr para alcanzarse a sí misma, tiene que soñar aún para ser lo que soy, tiene que vivir a pesar de haberlo hecho. Su eternidad es y será la fuente de su sabiduría como en la de todos. 

Tal vez en su interior, el de entonces, no sabía lo lejos que iba a estar de todo este mundo que la ha transportado, pero menos del que la rodeaba más cercano a lo salvaje y puro de su naturaleza. ¡Se ha hecho mayor para sentirse que es ella fragmentándose, expandiéndose como un universo. Y sabe de su soledad y del vacío de Amor cuando sola se tenga, es ella misma la de ahora que así se recuerda y la que en una mirada retrospectiva hacia su pasado, aún debe saber que sigue con vida y en ella a sus casi setenta años. Que ya no está ágil para caminar o correr al paso de su grácil y montaraz imagen de antaño, que ve que su vida no ha sido tan exacta como la soñaba, pero sí soportable en las experiencias que ha acumulado para extraer enseñanzas importantes de todo ello, y de la vida de los seres que ha traído al mundo; a los que coloca en la hornacina de su corazón. Ellos sí que merecen el lugar que siempre soñó ver y sentir en el caso de ser madre... ¡Y lo es!
 

Pero aquél día, producto de sus visiones, hace mucho tiempo, se zafó de mis manos 'la doble del mañana' de este mío, la que soy en mi hoy para saltar hacia al otro lado del río y cruzar nadando sin mi permiso. Le encantaban las guayabas silvestres aunque tuviesen gusanos y comer los frutos de los guamos que crecen cerca de las riberas de los ríos. Siempre decía que era bueno conocer "el gusanillo de la conciencia", antes de digerir cualquier fruta aparentemente deliciosa. Pero no, ese día no pude detenerla y ella no supo salir del fondo de las correntosas aguas, a pesar de ser una experta conocedora de las mismas cuando nadaba. Soñé... o me pareció que nunca llegó a la otra orilla, ¡pero sí que lo había hecho a pesar de mi temor al conocer su futuro! Quiso alcanzarla, llegar antes, ser la primera, adelantarse, "¡era una atarantada!", -así le decía su madre. 

¡Siempre es otra orilla la que cambia todo! 

-Necesitaba ser, ya sin mí, ella misma para sentirse viva, experimentar sin mis propias razones que la detenían, por la memoria que lleva encima cuando le avisa; además conocía esos "gusanillos de la conciencia" de tanto haberlos visto mientras rompía la pulpa con los dientes... "¡Lo que no mata engorda!"... decía mientras desplegaba una sonrisa e intentaba apartarlos de la pulpa.

Me zambullí en el río varias veces angustiada, grité su nombre, corrí por la orilla, busque en el fondo de las aguas, en las raíces salientes, en los cañaverales y entre las piedras... Sólo escuchaba la loca algarabía de los periquitos en los guaduales, sentía el aroma de las guayabas maduras al otro lado del río..., ¡y siempre, siempre al otro lado estaban puestos mis ojos, esperando una señal!

El tiempo pasó y se oscureció la tarde mientras dormía mi cansancio sobre las piedras. Todavía era una búsqueda inútil para hallarme, sí, ¡ya estaba empezando a conocerme, cuando me encontraba al otro lado! 

Sé que tuve una pesadilla angustiada ante lo que estaba perdiendo de mi propia existencia, cuando se marchaba por delante de mí el joven recuerdo de mi pasado, sin hacerme ningún caso. Ya no podía alcanzarlo, detenerla evitar que se marchase; entonces, supe que sólo soñaba, que ella no se había ido del todo y tampoco ahogado, que a pesar de faltarle el aire de esos campos donde era la reina y hasta un bocado apetitoso de las garzas, pertenecía su mirada a las altas cimas de Los Andes, a los saltos de agua que abajo en el valle se hacían remansos; ella era de los humedales, las ciénegas, el junco y del nenúfar. Era feliz saltando en las avenidas de lirios y recogiendo bulbosas para sembrarlas en el jardín de su casa y arriesgaba su vida jugando con ranas venenosas, escorpiones y arañas de cafetal sin importarle lo que pudiese pasarle..., ¡su abuela todo lo sabía cómo podría fallarle 'su maga'!

...
Sé que aún permanezco dentro de mi crisálida aunque no me vea. Todos la tenemos aunque demos lecciones para que otros sepan utilizar 'sus alas'... Sé que en este encierro debo aprender más cosas porque los recuerdos se acumulan, nos construyen capas nuevas cada vez más fuertes mientras el tiempo lleva hacia atrás de nuevo, porque nos va dejando... Sé que oscurece el entorno a mi manera y que en el vértice de mi realidad, el sueño sigue, me abstrae de alguna forma hacia lo que aún debo conocer de mí; que estoy como hecha de ideas que toman también su forma y producen sensaciones, que esto que llamamos vida es un sueño cada vez más fácil o más difícil donde se leen las claves; que estoy también hecha de pedazos rotos de historia de gentes, hombres y mujeres y que ella, aún está y estará conmigo, la niña, la joven, la mujer que soy, porque sentía mi corazón saltar sobre mi pecho y feliz de hallar a mi rana azul... ¡No me había ido del todo ella estaría aún conmigo!

Creí que había pasado a la otra orilla... ¡era yo, "la ranita", el espíritu de mi infancia que no podía abandonarme ( No nos separaremos nunca.) Supe que había pasado el límite de mis deseos, que había traspasado la distancia para modificar el tiempo detrás de los muros de cortinas de seda... Me estaba prohibido volver o saber de la nueva etapa. Y aunque estuviese el río delante en la otra orilla y me brindase sus frutos silvestres con gusanos o no, no debería por lo mismo, porque aún es tiempo de aprendizaje.
...




Elisa
2010
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Necesitamos probar lo que decimos con nuestra propia lengua; sólo de esta única forma aprenderemos a distinguir nuestras recuerdos. (alattkeva)

Algunas preocupaciones de este hoy son como los granos del acné, muy virulentas y detestables. ¡Como los gusanos que pudren lo que es bello y sano! Son como la edad de las inexperiencias, siempre sorprendiendo o asustándonos cuando no sabemos hacerlo mejor, pero podemos llevarnos un fruto aparentemente bueno a la boca y probarlo. Tenemos hambre de saber, de conocer, sentir y experimentar la vida... 
¿Cuál es el camino perfecto, el cruce idóneo, el momento más acertado, cómo, dónde, quién y qué es lo correcto hacer o decir en cada momento?
Así son los granitos de la edad cuando se hacen imparables, dolorosos, horribles, marcando la lozanía y la belleza de un rostro adolescente con el acné... ¡Son como el tiempo!

Esta 'vejentud' mía se enfrenta a algo parecido pero al revés, con ideas que maduraron sensatamente o responsablemente demasiado pronto para tenerlas; pero de improviso toman otras dimensiones sin poder dar soluciones. Es cuando aparecen acosando 'los granos'. No son visibles pero están allí produciendo su malestar. Y, cuando me pongo delante de los espejos dan ganas de extirparlos uno a uno, estampar su contenido contra algunos de los que observan, porque no me sirven algunos espejos para verme, sólo creen mirar y saberlo todo. Aunque quite lo que me molesta y me quede hecha un monstruo, ven lo que quieren ver. Hay demasiada dolor en todo lo aparente, pus dentro, dolor dejando cicatrices; pero hay granos ajenos que están a punto de reventar y salpicar; lo peor es cuando hacen lo contrario de lo que quisiésemos nosotros hacer... y se nos ponen delante, confundiéndonos con un espejo... ¡No faltaba más!

La realidad va encendida en las cabezas ajenas como en la propia. Bulle en los poros de la sociedad y termina por explotarnos encima, o en todo lo que rodea sin valorar las consecuencias. La realidad es una irresponsable, maleducada, olvidadiza, sorda y ciega. Si no ves a tiempo lo que les está pasando, nos 'estampilla' su mierda en un descuido o hacemos lo contrario.

...
Hoy me siento una madre pero más abuela que nunca de mis ideas, aunque dueña de todos mis pensamientos que no saben aún quién les parió a tiempo, para saber de quién maman hasta convertirse en palabras. Me siento su esclava mientras los alimento. A algunos me gustaría quitármelos de encima, ¡son unos pesados! por eso los escribo. Sé que en la otra orilla siempre hay aroma de guayabas maduras... Pero tengo la sensación de no haberla cruzado nunca.



Elisa

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