Si mis rosas son sinceras
amándolas demasiado,
¿por qué sorprende su enfado
espinando como fieras?
¡Ay, dolor y qué hartera
al acercarme a su planta,
viendo cómo me quebranta
tanto amor que yo les diera.
¡Son bellas y caprichosas
con ese donaire sano
que no me atrevo a tocarlas
por si me hieren la mano!
Por eso me pongo guantes
y me cubro cuando llego
el jardín de sus entrañas,
regalándolas un riego.
Ellas, a mí me enamoran
y me dejan el ambiente
perfumado de su aroma
alegrándome el presente.
Lo funesto de su vida
que marchitar ya fenecen;
dejando sin su belleza
y al deshojar, entristecen.
Elisa
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