Nunca sabremos
con los ojos bien abiertos,
qué puede iluminarnos
si no amamos lo suficiente.
En esos intervalos tuyos y míos,
tiempos claros o lúcidos
en que nos prolongamos distantes
pero cercanos en cada latido;
no somos nunca del silencio.
Es posible que el gozo mida la incertidumbre
en diapasón perenne y doblegue la impaciencia,
haciéndose un hábito amar e invite a la calma
sufragando otro deleite en las ganas de seguir vivos;
sin desperdiciar el agua de las fuentes
bebiéndola a golpes
o compartiéndose con las aves;
tanto, como el sonido que alienta toda espera
que marca una tregua
reviviendo en los adentros lo que pide el cuerpo
y lo que ruega el alma.
En esos intervalos
la ociosidad se precipita frágil, derrotada,
para surgir de nuevo empalagosa y diáfana
a disfrutar de sus pequeñas cúspides en vuelos,
que exigen sus palabras de mundanas glorias.
En esos intervalos, amor mío,
no se exagera la vida
ni tampoco se sueña o se construye algo inútil
si se desgrana la lluvia silenciosa en los caminos
y un tiempo informal tasa sus historias
o falsas sensaciones de futuros;
es que somos comparables al otoño que deshoja
y a sus ramas secas y caducas
donde la noche se enciende con chasquidos de pedernal
de nuestros dedos mágicos,
convertidos en manantial de mansedumbres imparables.
Por eso yo, en el albergue conocible,
intuyo qué puede soportar un sueño
sin pisar los hongos por las trochas,
pues siendo ellos de un desvelo fermentado en el mantillo
brotan al paso de la luvia como dádiva.
¡Mira, es que tu vida la siento ser de mi mirada
y por eso tus pensamientos son los que ven la luz!
A. Australia Elisa Lattke Valencial en: "Salambó"
*No pesa la mochila del sembrador, sólo pesa repetir el tiempo si no germinan sus semillas.*
(Salambó- "Año de Esperanzas"- alattkeva.)
con los ojos bien abiertos,
qué puede iluminarnos
si no amamos lo suficiente.
En esos intervalos tuyos y míos,
tiempos claros o lúcidos
en que nos prolongamos distantes
pero cercanos en cada latido;
no somos nunca del silencio.
Es posible que el gozo mida la incertidumbre
en diapasón perenne y doblegue la impaciencia,
haciéndose un hábito amar e invite a la calma
sufragando otro deleite en las ganas de seguir vivos;
sin desperdiciar el agua de las fuentes
bebiéndola a golpes
o compartiéndose con las aves;
tanto, como el sonido que alienta toda espera
que marca una tregua
reviviendo en los adentros lo que pide el cuerpo
y lo que ruega el alma.
En esos intervalos
la ociosidad se precipita frágil, derrotada,
para surgir de nuevo empalagosa y diáfana
a disfrutar de sus pequeñas cúspides en vuelos,
que exigen sus palabras de mundanas glorias.
En esos intervalos, amor mío,
no se exagera la vida
ni tampoco se sueña o se construye algo inútil
si se desgrana la lluvia silenciosa en los caminos
y un tiempo informal tasa sus historias
o falsas sensaciones de futuros;
es que somos comparables al otoño que deshoja
y a sus ramas secas y caducas
donde la noche se enciende con chasquidos de pedernal
de nuestros dedos mágicos,
convertidos en manantial de mansedumbres imparables.
Por eso yo, en el albergue conocible,
intuyo qué puede soportar un sueño
sin pisar los hongos por las trochas,
pues siendo ellos de un desvelo fermentado en el mantillo
brotan al paso de la luvia como dádiva.
¡Mira, es que tu vida la siento ser de mi mirada
y por eso tus pensamientos son los que ven la luz!
A. Australia Elisa Lattke Valencial en: "Salambó"
*No pesa la mochila del sembrador, sólo pesa repetir el tiempo si no germinan sus semillas.*
(Salambó- "Año de Esperanzas"- alattkeva.)
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