Allí fuera tras el ventanal que nos separa
se hace memoria de indulgente calma.
La nieve es estampa de los fríos
y la mirada se pierde en su recuerdo.
La calle se ha vuelto nívea de copos
y la casita de las aves solitaria, sin vuelos;
la acacia desnudada, resguarda su savia
como escondiendo el alma.
Los ojos que miran...
guardan en la retina los momentos
y el tiempo allí afuera se estremece
entre los rigores de los hielos.
La calidez de unas risas infantiles
descubren a la mujer que mira
y cómo al mismo tiempo, lo exterior la observa;
casi todo es lo mismo dentro y fuera
en los cuerpos-árbol, tronco de la vida:
La casa del alma descubre y retiene su savia, su reserva;
elemento común que se salva de otros hielos.
alattkeva-08
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