...las apariencias

Me fascina descubrir los paisajes,
los de esas almas calladas
la de tantas que nos miran
ocultádonos sus caras...
Agrietadas por el tiempo
vaciadas por sus orillas,
las que se quedan sin playa
reflotando y sin sus quillas.

Me gusta ver una mirada y lo qué se oculta...
Adivinando en sus rostros
la alegría o el desengaño
y hasta su hacer con astucia.

Lo que comparte y no es suyo
y vive de su tristz
que transforma con sonrisas
y parece que al pensar
está en su templo y en misa
Y del confeti en palabras
prometedor si lo lanza
mientras se llena su vida
como se llena su panza.

Es que se acostumbra la soledad acompañada

a saborear insomnios,

a besar la quejumbrosa voz del silencio

provocando a los astros.

Las apariencias, son así de discretas,
¿discretas?

Siempre obedecen al amor sin recompensa,

por eso, absortos,
los ojos de las estrellas nos miran

escribiendo poemas a la luna...
¡A quién si no...!

Te nombro en el viento

y me dejo claves en los vocablos

haciendo del verbo una nave de versos,

tejo una vela de vientos.
La magia  de las charcas

regala un profundo sueño reflejado;

ellos son como oasis de esperanza

en medio de tanta desolación.

Recorro los contornos del amor
por la piel de sus caminos,
por las grietas y sus simas,
montañas, precipicios,
valles, montes y vertientes.
...

Te miro dentro de mí
y veo unos ojos llenos de lágrimas.
Si la madures es desandar,
caminaré hasta mi nacimiento
para volver a ti, para sentirte.

Hago un bosquejo de un rostro,
uno especial,
para besar sus párpados en las noches
y siento el gesto del cansancio,
desgana, el temor, los recuerdos.

Pero sé que hay una similitud indócil y rebelde

donde se congelan las palabras impronunciables.

¡Ah, este ser mío
no podrá calmar la sed de los momentos,

ni tan siquiera las apariencias,
aunque ellas se descubren

en mi sonrisa!

A. Elisa Lattke V.