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miércoles, 17 de junio de 2009

Recuerdos

*Tengo sed... y filtro mis palabras para bebérmelas en silencio. (Ranita-2008)

Una parte de mí

Mi lugar de nacimiento:
Colombia

La localidad donde nací:
Florida, en el departamento del Valle del Cauca, en el mapa:

(A la espera...)

Se localiza al Sureste del mismo departamento. El Cauca es uno de sus ríos y muy importante, navegable en algunos tramos. Está rodeado de grandes extensiones entre tierras planas y montañosas. La zona montañosa esta en la parte Oriental done se halla la Cordillera Central de los Andes. El lugar esta distribuido entre temperaturas templadas, frías y páramo. Data el pueblo de 1825 y su temperatura: máxima y húmeda es de 23º C. Está de su capital, Cali: 41 Km. Cuando, Su población se duplicado y llega a tener unos 61.521 habitantes, a causa del crecimiento demográfico por las gentes que abandonan sus tierras, echadas por colonos y explotadores de bosques, granjas de ganado vacuno y terratenientes sin escrúpulos, la guerrilla y el ejército en sus continuos enfrenamientos, que atemorizan a los campesinos, huyendo hacia las ciudades y pueblos cercanos.
Mi pueblo, parece, según me cuentan, que ya no es ni será el que disfruté en mi niñez.

Panorámica actual de Florida y sus alrededores:
(A la espera)


Intentaré que este barro que aún me sostiene pueda hallar igualmente, la forma de describir un poco lo que aún permanece en mi interior. No quiero solamente complacer en lo propuesto a una querida compatriota, si no a mí misma, haciendo un ejercicio de memoria ubicándome en un tiempo lejano y, por un momento en mi amado Valle del Cauca, como si fuese mi espíritu a caminar con su energía… Seguro que echaré a lo largo del mismo mis lágrimas, por eso no quería hablar más de ello y en la forma que quizá sea la más lógica, desde otra perspectiva, como pueblerina, al fin de cuentas mis orígenes son humildes, de gente cristiana y creyente, campesina, trabajadora, sensata y honrada, aunque el tener o disponer de tierras era porque se trabajaban, era una ley que no sé si sigue.


Hablar de mi lugar de nacimiento, ya os digo, es como penetrar en ese bosque de recuerdos y seguir ‘La Luz Azul…’ que vislumbro en ellos. Recuerdo un lindo cuento titulado: “Das Blaue Licht”… de los Hermanos Grimm, (La luz azul) cuando la encuentras, seguirla sin temor, ella guía. … Es como buscarla en mi bosque cerrado a ras de tierra, entre las raíces del árbol en cuya fronda fui creciendo, como un retoño más, para ser ahora parte de lo mismo... ¡Cuánto tiempo, Dios míos! Aprovecho para saludar esta vetusta realidad de casi setenta años que me acompaña…, pocos para la gran *Ceiba, (* árbol llamado “…de la vida” y que se da a lo largo de la región andina. De este árbol se extrae una seda de sus semillas para relleno de almohadas y también su madera tiene una fibra aislante.)…
Ceiba que me cobijara y me diera el canto y el arrullo de sus guabinas, bambucos y cumbias, en la voz de mi querida Rosa, mi madre. Una parte de mí… se quedó allí, eso es indudable. Entre el río Cauca, el Desbaratado, el Limón, Cañas…, y el pedregoso y escandaloso río Fraile, el más cercano a nuestra pequeña finca.

La economía de la zona siempre ha estado encaminada a la Agricultura
y Ganadería. Entre los principales productos están: Caña de Azúcar,
Café, Plátano, Soya, Cacao y Maíz.


Mis recuerdos de la niñez caminan sendas simbólicas de extensos de cultivos y siembras, donde la caña de azúcar cafetales, platanales y maizales e inmensos cultivos de arroz, eran los protagonistas principales de la agricultura floridana. Los cafetales prácticamente silvestres como algunos platanales en aquellos tiempos, donde pocos pobres iban a buscar alimento en ellos pues, la mayoría tenía en sus casas una pequeña extensión de terreno, donde disfrutaban del generoso cafeto que en el trópico siembre florece más de dos veces anuales y e forma abundante. En mi hogar había dos tipos de cafetos injertados, el paisa y el valluno. Los niños de entonces no nos perdíamos entre el monte, sabíamos orientarnos instintivamente por los sonidos de ríos, íbamos a recoger algunos frutos extras que se pudrían en los árboles sin cosechar por estar en terrenos baldíos, sin dueño que los cultivase; sirviendo de jaleas o mermeladas. No faltaba en el paisaje palmas de cocos, corozos y chontaduros, variedades muy agradables estas dos últimas, que en Europa no se ven. En algunos predios privados se veían largas hileras delimitando las cercas con piñales, junto a sus primas más pequeñas, la ananás y piñuelillas, esta última como las anteriores con hojas de puntas aceradas y de desagradable pelusa, difícil de deshacerse de ella cuando se clavaba en la piel. No faltaban los guayabales de varios tipos, guamos, aguacates, sidra papa, badeas, guanábanos, granadas, granadinas, pitahayas, naranjas limas, mandarinas y cerezas… Sería extenso contar más de las tantísimas frutas que pude conocer y degustar en mi infancia, algunas apenas ya se encuentran en los mercados del país según, me dijeron, cuando tuve ocasión de volver después de casi cuarenta años en el 2001, cuando se iniciaba una segunda generación después de mi persona en mi primer nieto, en otro lugar de “luz azul” en sus bosques.

Bajo esa fronda real de una Ceiba en el jardín de mi casa de la infancia, me amantó mi madre, bajo la del amor crecí; mi madre era como una enorme árbol, ese árbol emblemático que crece en nuestro Valle y que tuve ocasión de volver a abrazar en una de las calles en la capital del Valle del Cauca. Disfruté en mi niñez y de otras costumbres y estilo de vida, pero a la vez educándome entre dos culturas, pasando temporadas cortas de un mes o más en su capital, Santiago de Cali, nombre que recuerda al Apóstol Santiago.

Los Andes:
(a la espera)


Recordar mi lugar de nacimiento supone un esfuerzo más a esta mente que no se cansa, de vagar por montañas de pensamientos, buscando y abriendo trochas entre sus montes y selvas, montañas y valles; los caminos que me invitan a penetrar los mismos sin la inquietud o los cuidados, que antaño me ofrecía las recomendaciones de los míos, pues no era el ir al pueblo sola, pues siempre iba acompañada hasta mis casi doce u once años de edad, donde residí en el mismo con mi madre, el menor de mis hermanos y mis abuelos maternos. (El mayor ya estaba en el seminario con los hermanos Salesianos. Hubo un tiempo en que él y yo, íbamos para cura y hermana franciscana (…)
Algunas veces no eran ellos físicamente los que me acompañaban hasta el colegio, si no los que seguían mis pasos alejándome con la cartera escolar, hasta el colegio de las monjas agustinas y luego, iniciando la segunda enseñanza, en un privado, hasta el colegio de Santa Teresita del Niño Jesús. Mi madre o abuela salía puntual a esperarme en una esquina. Por temporadas tuvimos maestros particulares, mis hermanos y yo, al estar más cerca de loa montes o selvas y lindando con las estribaciones de la Cordillera Central de Los Andes. Entonces había que salir del monte en carretas tiradas por bestias de carga y a caballo, donde se trasladaban alimentos de las cosechas para venderlos en el mercado. Café, cacao, plátano de guisar, guineo y banano, algunas gallinas o pollos y pichones cebones.

Mi madre era una buena amazona y disfrutábamos yendo con ella a la grupa, cuando no era necesario llevar la carreta y también con mi abuelo, que se desplazaba al pueblo para abrir su taller de carpintería. Algunos alimentos básicos, como el pescado enlatado, normalmente atún, sardinas, bacalao seco y carne de res, sal, y panela (azúcar moreno granulado o en barras de un KG) traída directamente de algún trapiche cercano. Lo mismo que los cereales, fríjoles, lentejas, arroz, garbanzos, nos llegaban a través de los largos caminos, entre montes cerrados y precipicios, hasta la casa; aunque siempre teníamos corrales donde se criaban gallinas, pavos y algunos cerdos, un gran palomar y huerto donde no faltaban las hortalizas y las yerbas medicinales. Mi abuela era una gran cocinera y sabía mucho de economía doméstica, la utilidad de cada alimento, variándolos a lo largo de la semana. Había tenido fonda para sacar a su hija adelante al morir el padre biológico de mi madre, mi abuelo verdadero. El adoptivo era primo hermano, Se había hecho cargo de su educación por deseo de su verdadero padre.

Las vacas solían ser para leche, siempre había una o dos. Estando surtidos de los alimentos necesarios y la leche servía también para elaborar cuajadas, queso, mantequilla y yogur, que había aprendido mi madre a hacer dándole sabores con las frutas. El propio café se cosechaba como el cacao y el maíz para procesarlo en el hogar, envasado en frascos de cristal para nuestro uso. Se utilizaba el pan de trigo ocasionalmente, pero era el maíz era indispensable en toda comida y lo había de varios tipos para diferentes alimentos que se elaboraban: el blando y suave para las comidas con arepilla redonda, el tostado de arepa redonda y plana para el desayuno untado de mantequilla y mermelada y, las deliciosas arepas con queso como el pan de bono y las arepas de cambray, otra modalidad de alimento hecho con el maíz, las sopas de lo mismo con varias carnes, tamales rellenos de carnes y verduras y envueltos de maíz tierno, llamados “tamales de choclo”; junto al típico postre de “arequipe” o “manjar blanco”, como la “mazamorra”. y alguna bebida como el masato, bebida elaborada a base de yuca, arroz, maíz o piña. En las fiestas no faltaba la “Chicha”, bebida elaborada la maceración de las piñas, yuca, batata o maíz. ... También el aguardiente de caña y el ron que se elaboraban con alambiques caseros, menos la Chicha que lleva otro tipo de elaboración en ollas de barro, permaneciendo bien tapada al fresco y enterrada.

para terminar me gustaría destacar una de las informaciones que he estado indagando sobre mi pueblo, pero que ya para entonces se iniciaban , hace de eso unas cuantas décadas. Se trata de sus fiestas:

Feria de la Caña

Festival del Río
Festival Cultural Latinoamericano "PACHAMAMA"
Festival de baile Colombia baila
Festival afro colombiano
Festival de negros y blancos.


Australia Elisa Lattke Valencia
Junio- 2009

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