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lunes, 17 de agosto de 2009

Inventario antes de volver a Ådal (Suecia)

Al alma de un bosque encantado...
Esta historia mía tan parecida al moho quisiera para mi vida contigo una metamorfosis, con sus tardes de color sepia. 
No quiero viajar más alrededor de los retratos donde todo desaparece en la anterior página del álbum, enseñándonos el tiempo desnudo y disponiendo de nada tangible. La mansedumbre del amor me hace estar de rodillas y se la debemos a la pena que nos dimos. Ella acobarda e inmoviliza el corazón a ratos ese tiempo que espera como una promesa y más... Es parte de todo lo que nos confunde y del error que paga su tributo al mismo, porque aún teme al cielo... Es  el poderoso conocedor de la vida y sabe perfectamente cómo nos desenvolvemos en este mundo. Lo llamamos "Tiempo" pero sabemos su nombre verdadero y está codificado en cada cuerpo. Antes que nosotros fue y será del Eterno, porque es absoluto cumpliendo su deber; nos conoce en toda prueba como lo que somos y quisimos ser y lo fuimos, como en lo que seremos para no olvidar que seguiremos amándonos después de cada transición.
Seguirá siempre  ahí mismo cuando nos hayamos ido… ¡El muy hipócrita sabe de toda realidad escondido entre las sombras, sustituyendo cuerpos en su vigilia ciega con sigiloso y alevoso paso, tocándonos a todos y marcando nuestra hora!
Quiero un instante más -se lo pido-, uno tan sólo de tu vida en la mía, espacio, intimidad, elixir previo para mi alma. Escribir notas al margen de la misma realidad y saber que hemos acertado. Quiero un instante sin miedo para saber de mis recursos y mis recuerdos mirando  en tu mirada que he de llenar de ti... Con las ansias de sentir el perdón de lo del mundo y ser perdonada por haber llegado a destiempo a la vida, para amar de nuevo y dejar las huellas de mis pies por las senda, que alguna vez recorrimos juntos; acariciada de noches te dejo siempre, perfumada de madreselvas a la madrugada con esa locura de los amantes que se mueren por tocarse con el alma. 
No quiero inseguridad o turbación ante tu imagen empeñada en ver lo del mundo, cuando sé que sufres ese espantoso dolor que has sentido por querer penetrar en el paisaje de mis ojos y dormirte dentro. Quiero resarcir tristes horas de tantos silencios... Dar una mirada sin pecado a lo que ha iluminado de luces todo pensamiento entregado a Dios; ofrecerte mi beso blanco en la flor de tus labios, táctil caricias al espíritu incólume porque está ajeno a los pesares del mundo y así sabrás que este bosque interior no te ha mentido.

...
Por mil veces fui fuente iluminada que se hace pregón en los silbidos de las aves y siempre pura de pensamientos, te deja unas palabras porque una vez también fui débil a la sombra de tus párpados, al borde de tu boca, en el filo de tus labios y tuve miedo de mí. Peor es este hoy donde vislumbro tu rostro en mi vigilia mientras pronuncio tu nombre y siento como se encoge mi vientre mientras sollozo... 
¡Abrid esclusas mis entrañas y canales y que navegue el alma por el fluir de sales en las espesas aguas de un amor imposible!

Por una vez más, también Ådal me espera… ¿Te lo dije?
Busco en la humedad del bosque y sus lagos mi sueño, busco en la esbeltez del pino y sus agujas, que señalan un cielo el rostro de Dios y mi retiro; allí donde el abedul dibuja pinceladas de indolentes ramas que mecen las hojas en danzas de viento y lluvia; donde los arándanos silvestres, morados y rojos, sirven de alimento a las aves, donde la espesura provoca temor o espanto si falta luz interior, y los duendes abandonan la imaginación si no eres capaz de mirar la que se ofrece al  alma de mi niñez. Donde el paisaje me saluda y siento en su llamada que estás en algún lado esperándome. Allí no me siento humana y sí parte del Todo que me invita a ser raíz de la vida, a crecer en amor de nuevo para adentrarme en su interior y en el corazón del bosque; donde no tememos a nadie más que a la desnuda Naturaleza de Dios mismo cuando nos rodea. 
Quiero percibir de nuevo tu aroma y belleza, donde no hay palabras que duelan y sí felicidad que nos abraza en la soledad de un amado pensamiento, cuando estemos juntos.

Un instante de tu vida en la mía, un espacio de intimidad como elixir previo escribiendo mis notas marginadas por tus silencios. Mis locuras asentadas y rebeldes que siguen con su sordo grito estremeciendo. Un instante sin miedo ante mí por conocerme, saber  qué guardas en tus sienes junto a mis lágrimas y esas tuyas de un salpicar de mar que me acompaña; de miles de perdones al mundo a través de los siglos;  quiero saber cómo se expande mi propio grito oculto en la piel de los montes, saber de su sollozo en mi vientre vacío que añora llenarse con su fuego. Necesito saber de mis pasos en la arena, sortear las piedras de todos los colores dejándome su magia en el paisaje como la misma eternidad que se ama, todo cuanto es y ha existido se añora, porque es parte insignificante de lo que le pertenece para sentir que vive y ha vivido y por lo tanto ha amado; porque todo cuanto he tocado es vida en la memoria, felicidad hallada entre los cabellos de la luna mientras besaba a la nuca de una estrella fugaz y ella supo de su instante...,  aún temiendo a la dicha que sentía por dejar el mundo sin su luz. 
¡Por eso sé que hoy brilla la luna más que antes!


Elisa Lattke en: “Don Anselmo”
Agost/09

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