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viernes, 8 de enero de 2010

No se muere aún…

No se muere aún… 
Pero acuso al tiempo ingrato que se pasa sin acariciar el corazón de la selva, o sentir el aroma de las jacarandas. Quisiera reposar mi cabeza en tu pecho, dibujar mi poesía sobre tu piel silenciosa, que anhela una caricia verdadera, no dejarte desnuda de ternura y sólo llenándote de mis harapientos poemas de ilusiones. Ver el vuelo de la luz por tus ojos, conocer el trazo que nos separará en el tiempo. No supe dejarme ver como deseabas y sigo aquí con mi tormento de no estar a tu lado. ¡Oh, si sólo fuese camino, calle, arena, flor de jardín, ave, gaviota o paloma; cualquier cosa por donde vas y ves siendo hermosa a tus ojos! Me extravío en la placidez de mis versos, en la transparencia de las palabras, y en la veloz auriga que me lleva hacia tu historia, convirtiéndome en cítara. Pero sigo siendo la niña de cafetales expuesta al peligro jugando con arañas y escorpiones, tentáculos de la misma ralea venenosa en que se depositan los sueños para que los aniquilen y, así muramos con ellos. Sigo siendo la niña aunque pese a quien me teme, arrancando hortalizas o colgándome de lianas y helechos, atravesando a nado los ríos y subiéndome a los árboles tentada por los mangos. Pero no ignoro que voy convirtiéndome en camino de memorias, la travesía de mi ayer colmada de alegrías, por el puente del río con mi remar de sueños. ¿Lo podría decir mejor quien navega en un maravilloso crucero? No, no creo, no te ama como yo, no ve el paisaje real que le hace admirar el otro que se extiende ante sus ojos. ¡Oh Dios, siento el vaho de tu respiración sobre los cristales de mis lentes, ¡estás ahí! Y mis inconsolables y ardiente lágrimas consiguen entorpecer la escritura... ¡Loado seas en el legado de mi mente que te voy dejando!- Por eso abanico el aire con mis manos y hasta el mismo tiempo viejo que se enreda por mis rizos, desmoronando una ringlera de suspiros en la humedad de mis lágrimas.. Sabes que me colgaría de su cuello como un collar de cuentas de colores donde se forma el Arco Iris y, este, se entretiene arrogante en las cuencas de sus montañas, en el prisma de la belleza de tus ojos. Y… -¿qué sabes más?- de esta pequeñez que no se doblega por mis grises suscitando escalofríos, expuesta siempre a los sinsabores de lo impensable; hechura de cuento de hadas en tus campos minados por mis inquietos pasos, creciendo lentamente sin quitarse sus alas de luz, las que me pusiste al mirarme aquella tarde, donde acuso al amor por no hibernar sueños. Porque quisiera verme en tu gesto despertando a la vida, porque me estoy muriendo en otra... Lo sabes. Mañana, quizá, cuando me haya ido me sorprenda andando de tu mano, siendo otro ser humano, pero no quisiera perder la memoria de mi hoy como siempre ha sido; porque si no es así, seré de noche vestida de lluvia como la tarde en que la dirección era única, caminábamos hacia el mismo lugar donde nacimos; y no temblaba mi brazo y sí mi alma por haberte hallado. ¡Eras tacto de mis manos en la marea de los cabellos, en los ojos de musgo del otoño con la música del agua y, la sonrisa embistiendo como gran supernova esta pobre estrella enana! Tú me conoces tanto como los duendes... porque eres vientre de mi tierra y arcilla que me alienta. ¡Cómo negarte el fuego divino en el fulgor tembloroso del amor, carne del mundo y del sexo, mujer de guayaba madura despertada por el Ser desde el ayer para que le sintieras a Él a través de mí, para que entre tanta migaja supieras de su hogaza cálida, saciando con mis palabras; no en la muerte lenta que nos separa de sus raíces. De su corteza del tronco universal en su hueso calcinado, con su eternidad que lo aviva; si cuando cantas a la vida mi alma se esconde para besarse a solas... Pero tú amor le besas a Él y ya lo sabes. Aquí en esta caverna de pensamientos mi lengua se transforma convencida. Es osada la realidad pero no importa si me lleva a un precipicio, pero bien sabe el Dueño de la Vida que sólo brillo tantas veces como Él decida para sentir su sentimiento eterno, porque se es y será poeta en la piel propia con la palabra, para aseverar a mis alas de pensamientos que... ¡No se muere aún cuando se quiere, pero sí de amor cuando el nos mata! Elisa. En 8/10

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