alattkeva
Elisa, sí...
Cuántas veces y no sé por qué,
siento el dedo de la duda que señala.
Hay algo en mí que se subleva,
me hace hermética,
que cuenta con mi opinión
de quien, con la misma mano, me persigna.
Mas poco importa resumirme en la ilusión,
cegada por la luz, y entre conceptos y metáforas, contarlo.
Después de todo, soy yo con el alma jugando a la rayuela,
digna y descarada, pero mirando altiva desde el atrio...
Como reina piadosa y destronada.
A todo me acostumbro, hasta, ser del papel que dan los astros;
porque, aun siendo de estos o de aquéllos... más lejanos,
se improvisa un sueño y por vivirlo,
se descansa en todas las cosas
como un dios previsor,
presenciando un espectáculo.
¿Quién me dice todo lo contrario?
Nadie puede decirte nada en contra. Me gusta lo de jugar con el alma a la rayuela.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y a la peonza que también se me dio bien. Con hermanos varones se aprende todos los juegos, sólo que era 'su comodín' para salir del error, cuando iban perdiendo en sus juegos. Así es la vida. Decían: "es que la ojos de gato es muy lista y acierta siempre". Se ganaban bolas y rompía peonzas ajenas para que ellos triunfaran, las abría en canal, porque afilaba el clavo que llevan y los chicos me tenían terror. Se iban llorando a casa y mis hermanos partidos de risa por el suelo. Más de una tenía que devolvérselas mi madre y por supuesto, el castigo era fijo: no jugar con los chicos.
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